Aún más cuentos o el vicio de la escritura

Ayuno adenda

"Las mejores medicinas son el descanso y el ayuno", expresó alguna vez Benjamín Franklin, uno de mis héroes de la adolescencia. "En lugar de utilizar medicina, mejor hágase ayuno por un día", recomendaba a sus contemporáneos Plutarco, historiador y filósofo griego. Hipócrates, padre de la medicina, pregonaba: "Nuestra comida debe ser nuestra medicina. Nuestra medicina debe ser nuestra comida. Mas comer cuando se está enfermo es alimentar a la enfermedad." "Tantos hombres sabios no pueden estar equivocados", me insistí tras leer los mismos resultados clínicos por cuarta ocasión.

Otorgué a las posibilidades elucubradas un valor numérico según mis preferencias desde varios puntos de apreciación diferentes. La posibilidad dos (resultados biométricos transitorios) y la siete (mediciones de inflamación dispersada por mi cuerpo desde mi cuello) obtuvieron las mejores calificaciones. Sobre ellas concentré mi atención. Puse en marcha el tratamiento que sé funciona en mí (vitaminas B y ejercicios de estiramiento linfático). Volví a consumir las estatinas que recomiendan los cardiólogos para reducir el colesterol y que yo rechazo tanto. Tres semanas después del decepcionante análisis clínico de fin del ayuno de 6 días, volví al laboratorio. Agradezco a Guadalupe, pues fue ella quien me motivo a hacerlo. Al día siguiente consulté en internet los resultados. Con alegría leí que colesterol, creatinina, bilirrubinas y ácido úrico habían vuelto a sus respectivos rangos. Ligeramente arriba del rango se encontraba la glucemia; medición que no me causó sorpresa pues tras el ayuno suspendí, con el propósito de determinar su velocidad de deterioro, el medicamento que la controla. Resultó ser un poco mayor a 5 puntos por semana. Por debajo del rango se encontraba el colesterol de alta densidad (el que llaman bueno); medición lógica dada mi actual ocupación de escritor de tiempo completo. El colesterol de alta densidad se obtiene con ejercicio físico. Tendré que volver a las caminatas y la bicicleta. La única medición que llamó mi atención fue la proteína C reactiva; ella persistía fuera de rango. Esta medición es un indicador de la inflamación crónica; afección contra la que yo suponía obtendría, con el ayuno, los mayores alivios. Me he informado sobre el método menos drástico que la medicina moderna utiliza para reducir esta dolencia. Resultó ser una recomendación nacida de estudios realizados por la universidad de Harvard (500 mg de vitamina C al día durante seis meses). La he puesto en práctica de inmediato.

En estas condiciones, considero que, para el asunto de la inflamación crónica, aplica la posibilidad-elucubrada número uno (primera serie de ayunos, se obtendrán mejores resultados al adaptarse mi cuerpo). Estoy de acuerdo con el lector si piensa que estoy tratando de torcer las consecuencias acorde a mi conveniencia, pero recuérdese que soy creyente de los cuadriones; para mí, torcer la realidad es posible.

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