Aún más cuentos o el vicio de la escritura

Ayuno, conclusión

Tras la serie de 10 ayunos de un alimento, de dos, de tres y de varios días de las últimas 10 semanas, me sentía física y anímicamente muy bien, hasta el aire me olía a jabón. Aunque nunca fue mi propósito, el espejo y mis pantalones me indicaron que había reducido la talla de la cintura. En el ensayo último, con el método Buchinger, no padecí en ningún momento dolor de cabeza y mis biometrías se mantuvieron estables. En las siguientes comidas, aunque las cantidades fueron mesuradas, me repetía en pensamientos: "ahora a acumular grasas como los pingüinos emperador para la siguiente temporada de abstinencias". Tomé nota de todas las observaciones que advertí con la serie de ensayos. En el ayuno prolongado, no detecté nunca la aparición del estado corsetónico. Conforme se alargaban los lapsos de abstención alimentaria, más fácil me resultaba controlar el hambre. El método Buchinger redujo grandemente el estrés fisiológico, hasta el punto de que el corazón no sufrió taquicardia. Tras los ayunos, los cansancios al correr y al caminar mucho se volvieron locales; es decir, ya no sentí agotamientos generalizados sino sólo fatigas en las piernas.

El siguiente lunes, después de la toma de sangre, consulté el sitio web del laboratorio. No sólo el colesterol y la creatinina estaban más altos que al iniciar el ensayo, también aparecieron fuera de rango el ácido úrico, las bilirrubinas y la proteína C reactiva. "¿Qué fue lo que ocurrió?" Me pregunté decepcionado. "¿Es acaso el sufrimiento padecido por mi cuerpo lo que se refleja en estas mediciones?" Creo que padecí una leve depresión anímica pues comencé a dibujar garabatos. Terminé varios cuentos pero no quise publicarlos. Más tarde, recapacitando sobre lo ocurrido, planteé las siguientes posibilidades. Uno: esta es mi primera serie de ayunos, quizás las siguientes series obtendrán mejores resultados pues mi cuerpo comenzará a adaptarse. Dos: medí con los análisis clínicos un estado transitorio que mostraba el sufrimiento que produjeron los ayunos; debo esperar un tiempo antes de tomar las mediciones clínicas. Tres: mi cuerpo no es apto para el ayuno. Cuatro: 6 días fueron un lapso insuficiente, mis cañerías internas apenas comenzaban a limpiarse. Cinco: la proteína y la grasa animal de los caldos del último ensayo influyeron negativamente, deberé preparar un caldo vegetariano totalmente. Seis: en mi caso, el colesterol y la creatinina, además de otras biometrías no guardan relación con el ayuno. Siete: unos días antes del último intento sobé el pescuezo intensamente, llegué a padecer dolor de cabeza, los nudos descendieron hasta la espalda y aún los sentía cuando inicié el ensayo; quizás es esto lo que notaron las mediciones del laboratorio.

La posibilidad siete, la conozco bien. Vitaminas B y estiramientos corrigen la condición. Comenzaré por resolverla y me aseguraré que en la próxima serie no intervenga esa variable. Por supuesto que seguiré ensayando aunque será hasta el año entrante.

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