Aún más cuentos o el vicio de la escritura

Ayuno, mi experiencia personal

Me han solicitado dos amables lectoras que narre mis experiencias con el ayuno. Advierto que no soy en absoluto un experto en el tema, aunque quizás sí lo sea en narrar mis experiencias.

Descubrí la herramienta del ayuno por pura casualidad, ¿quizás? Aunque una de mis hermanas me ha hecho recordar que mi madre practicó el ayuno lunar por algún tiempo. En la televisión por internet, me topé con un documental sobre la ciencia de la abstinencia alimentaria. La historia comienza en tiempos de la guerra fría con un psiquiatra ruso de nombre Yuri Nicolayev quien atendió a un paciente esquizofrénico que se negaba a comer. El protocolo, entonces y aún ahora, ordena no permitir que los enfermos se debiliten. Tras muchos infructuosos intentos, el doctor permitió al paciente seguir su instinto y ayunar. Después de cinco días el paciente aceptó un jugo de manzana y regreso paulatinamente de su abstención. Se recuperó milagrosamente y salió del hospital curado de la esquizofrenia. Por supuesto, el doctor ruso continuó experimentando. Las investigaciones ya llegan al nivel celular con Valter Longo, de origen italiano, investigador de la Universidad de California en Los Ángeles. Cuando me enteré de esto, decidí realizar mis propias indagaciones. Primero busqué más información sobre el tema. Tanta como pude, pero sin perder de vista que más importante es hacer que saber. Dicen, pues yo no me creo ni lo que aseguran las universidades, que entre varias cosas el ayuno cura el exceso de glucemia (azúcar en la sangre) y el exceso de colesterol que son algunos de mis males. Así que para comprobarlo decidí empezar con el ayuno intermitente. En este modo de ayuno, se deja de comer un alimento o dos o un día completo y se repite luego de un receso de algunos días. Estoy practicando el ayuno hídrico que permite beber agua (hay otros métodos). Cada vez que el cerebro me pide alimento, le doy un sorbo largo al vaso con agua. Mi próximo intento será un día completo y finalmente durante el mes próximo haré mi esfuerzo por lograr seis días consecutivos.

Ya puedo reportar que la medición de glucosa bajó 17 puntos después de saltarme el desayuno y la comida.  Resultado muy lógico por supuesto. Aún no sé si la mejoría persiste. En cuanto al hambre se padece muchísima, sobre todo cuando ya se acerca la hora que se ha marcado como meta. Pero considero que se debe al hábito que tenemos de comer regularmente. La primera vez que hice ayuno de dos alimentos, sentí alegría cuando se acercaba mi hora meta: las seis de la tarde. Ayer, sin embargo, que repetí el ayuno de dos comidas, sentí dolor de cabeza que no sentí la primera vez. Según la información que leí, es un síntoma normal. También sentí enojo. Aunque el tiempo de ayuno se me fue más rápido que la primera vez. Aún no siento debilidad que es otro de los síntomas ni tampoco dolor de articulaciones. La comida después del esfuerzo sabe deliciosa. El ayuno vale la pena sólo por el alimento que lo quiebra. Leí que cuando se hace ayuno prolongado se debe volver a comer incrementando la cantidad de alimento progresivamente. Mi esposa no está de acuerdo con esta iniciativa y las clínicas y sanatorios que lo recomiendan, advierten que debe realizarse bajo estricto control médico.


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