Aún más cuentos o el vicio de la escritura

Cuarto nivel de la inspiración

Mis experiencias personales en hechos inexplicables mediante la teoría de la probabilidad me llevaron a creer que de alguna manera la consciencia era capaz de influir en el entorno. No como la mente sobre la materia. No como la voluntad contra el desafío. Sino como modificador de los desenlaces por venir.

Por otro lado, resuelta la incógnita de por qué los brazos de las galaxias permanecían inmutables a través de miles de millones de años, conseguí entonces organizar las fuerzas universales en una hipótesis del campo unificado. Por supuesto, las soluciones a estos acertijos fundamentales son apenas satisfactorias para mi estrecha e inescrupulosa imaginación. De tal hipótesis del campo, surgieron soluciones para campos-partículas de polaridades que aún ni siquiera sospechaba, mis famosos cuadriones y pentiones. No transcurrió mucho tiempo para que tales campos-partículas se relacionaran con el acertijo de cómo la consciencia influye en el entorno.

Leí hace algunos años los documentos de una ponencia que el profesor Roger Bartra Murià, dictó en centro cultural de la ciudad de Madrid. La ponencia versó sobre la consciencia del exocerebro. En ellos se menciona la existencia de una capacidad cerebral de reconocer la continuación de un proceso interno en circuitos externos ubicados en el contorno. Circuitos externos que en su conjunto constituirían un exocerebro distribuido fuera del cuerpo del ser pensante. Tal órgano sería análogo al exoesqueleto de algunos insectos y crustáceos. Un cuarto cerebro adicional a los mencionados por Paul MacLean en su modelo de cerebro triúnico (complejo reptiliano, sistema límbico y neocórtex). Ideas que atraparon mi atención de inmediato. Ideas que introduje en la cuarta novela de la saga de "Universos convergentes". Allí quedaron expresadas por una de las protagonistas quien se afirmó a sí misma que la consciencia es un sistema retroalimentado entre el yo y el universo, pues no existiría la consciencia sin el yo y tampoco existiría sin el universo. La consciencia emergerá solamente de la interacción entre estos dos principales actores. Ese personaje, quien por cierto es un ser cuántico, concluye entonces que la consciencia brota desde un sistema retroalimentado eternamente operando entre el ser y el universo, entre un arreglo de circuitos neurológicos y su entorno.

A pesar del aprecio por las ideas del profesor Bartra y a pesar de las afirmaciones del personaje de la novela, considero que no todos los circuitos neuronales tienen una extensión externa. La imaginación, los sueños, nuestra capacidad de prever las consecuencias y el futuro no se extienden fuera de nuestra cabeza. Ciertamente reciben información del exterior, de las condiciones prevalecientes en un determinado momento, pero fundamentan su operación casi exclusivamente, sino en su totalidad, en recuerdos. No todos los pensamientos ni las ideas son activados exogénicamente. Aunque sí, probablemente, aquellos capaces de desatorar un nudo de razonamientos. Aquellos a los que llamamos intuición y también inspiración. Fue de este considerando y de la idea de la consciencia modificando el entorno que nació mi primer nivel de inspiración no-computacional. En aquel entonces tercer nivel de la intuición, ahora cuarto. Este nivel completa lo que hasta ahora es mi modelo de funcionamiento de la consciencia. Este nivel opera como la reducción del estado del nivel 3 en ambiente de la mecánica cuántica. Ambos niveles de intuición no están disponibles por el momento para los robots. Quizás en un futuro no muy lejano. A diferencia de los otros niveles de inspiración, este cuarto nivel conecta a nuestra malla encefálica con el universo todo y así conectada la consciencia es entonces capaz de modificarse y modificarlo. Dado este modelo puedo entonces expresar mi opinión personal sobre la pregunta primordial del libro de Penrose: la inteligencia artificial, por sistemas computacionales, sí podrá emular a la consciencia humana, pero solamente hasta los niveles de intuición clásicos.

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