Aún más cuentos o el vicio de la escritura

Distorsionar el determinismo

Todos quisiéramos ser príncipes azules o héroes míticos o, también, princesas encantadas o hechiceras poderosas. Mas nacimos sapos y ranas y, además, nadie parece querer besarnos. Sentimos estar atados a nuestros destinos y karmas (otra vez mal usando esta palabra). Y eso se debe a que estamos atados a nuestros destinos y karmas. Nacimos en un medio donde los príncipes no existen o en un medio donde los príncipes ya no desean serlo. Nacimos en un tiempo cuando las princesas ya no son actuales o cuando poseen más abrumadoras obligaciones que ayudantes. Esto es porque nacimos en este universo donde las leyes universales y el determinismo lo rigen todo.

Cuando comenzamos a comprender la vida, nuestros padres nos obligan a seguir ciertas reglas de conducta, de lenguaje, de etiqueta. Nuestros profesores nos obligan a repetir métodos y pautas para pensar, para operar, para expresarnos. Cuando nos libramos de tutores y personajes paternales, entonces descubrimos que la sociedad sigue leyes, sigue patrones, sigue masas. Nos sentimos presos del entorno, de la rutina, de las obligaciones y eso sucede porque lo somos. Somos presos de la vida, somos personajes de una obra teatral escrita antes de nuestro nacimiento. Estamos aquí únicamente para representarla. Triste porvenir el nuestro. Mas, ¿no existirá, por ventura, alguna manera para librarnos de esta prisión, para hacer realmente lo que nos venga en gana?

Sí la hay y ella se llama consciencia. Cuando abrimos nuestros sentidos al entorno, cuando estamos alertas a lo que sucede alrededor nuestro, cuando fijamos nuestra atención a nuestras respuestas y nuestros modos, nuestras conductas, nuestros pensamientos y emociones, descubrimos que reaccionamos como máquinas autómatas. Los estímulos generan respuestas; las respuestas, acciones; las acciones, réplicas. Somos máquinas, tan complejas como queramos vernos, pero máquinas al fin y al cabo. Esa máquina es celosa, esa máquina es grosera, esa máquina es iracunda, esa máquina es violenta. Esa máquina... soy yo.

Cuando damos el primer paso. Cuando admitimos nuestros defectos, estamos en camino de abandonar la obra teatral que fue escrita para nosotros. Estamos en el rumbo correcto para lograr la libertad, donde ejercer efectivamente el libre albedrío es posible. El segundo paso es, desafortunadamente, mucho más arduo. Consiste en tomar las riendas. La siguiente ocasión en que se presente una situación similar que haga bullir nuestros sentimientos habremos de reaccionar de manera diferente. Sólo así podremos interferir las cadenas de causas y efectos. Sólo así distorsionaremos el determinismo.

© 2017 cortesramondx. Todos los derechos reservados.
Creado con Webnode
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar