Aún más cuentos o el vicio de la escritura

En la frontera del entendimiento - parte 1

El principio de incertidumbre de Heisenberg en mecánica cuántica establece que, tratándose de entes subatómicos, no es posible determinar la posición de una partícula con absoluta certeza sin sacrificar para ello la exactitud en el valor de su momento lineal y, viceversa, no es posible conocer con precisión el momento lineal de un ente subatómico sin sacrificar para tal propósito el valor conocido de su posición. Tal principio es uno de los bastiones más sólidos de lo que hoy llamamos mecánica cuántica y tal principio está íntimamente ligado a la función de onda de Schrödinger, otro bastión de la física de partículas. La función de onda establece la probabilidad de que una partícula pueda ser localizada en un punto del espacio.

Yo imagino, a diferencia de tales concepciones, que los entes subatómicos no se comportan simultáneamente como ondas y como partículas, sino que se comportan en ocasiones expandiéndose como ondas y en ocasiones como granos de alta densidad. Según estas ideas, un electrón tenderá a expandirse indefinidamente hasta que la interacción con otro ente físico le obligue a colapsarse en un punto que podrá ser cualquiera de valor cuántico dentro de su esfera de expansión, aunque un punto determinado por el fenómeno físico que le afecta y siempre dentro de la esfera de su expansión. Así un electrón dentro de un átomo tenderá a expandirse viéndose obligado a reintegrarse constantemente por las interacciones eléctricas y gravitacionales con el núcleo y con los otros electrones del átomo. El salto cuántico entre niveles de energía que presentan los electrones dentro de los átomos podría imaginarse entonces como una expansión interrumpida por la absorción o emisión de un fotón. Las diferentes partículas presentarán diferentes tipos de interacciones que les obligarán a reconcentrarse en granos. Así un fotón tendrá muy pocas de tales interacciones mostrándose mayormente como una onda electromagnética mientras los electrones tendrán tantas que prácticamente se mantendrán en la forma granular.

Bajo esta propuesta, considero que la tal incertidumbre en la posición y momento de una partícula del principio de Heisenberg y la necesidad de establecer funciones probabilísticas para el comportamiento de un ente físico como la función de onda de Schrödinger suceden únicamente para nuestra consciencia. Las indeterminaciones son reales, pero sólo lo son para la ciencia; no lo son para la naturaleza. Que no entendamos cómo se comporta una partícula cuántica no significa que el universo no sabe de antemano cómo la partícula reaccionará en cada circunstancia y bajo cada juego de condiciones; no significa que no existan los mecanismos que rijan cómo y cuándo estos entes subatómicos se comportarán como expansiones de un campo y cuándo y cómo reconcentrándose hasta minúsculos granos. En todos los procesos de la naturaleza, aún en los procesos más pequeños y también en los más grandes, el universo debe quedar constreñido dentro de sus propias leyes. No puedo imaginarlo de ningún otro modo. Me es difícil creer que hayamos podido desembarazarnos, en nuestras convicciones, de las conductas veleidosas de los dioses del Olimpo para terminar acreditándolas ahora a un ente nuevo llamado aleatoriedad. No estamos regidos por el azar, sea en física o en biología evolutiva, suponer lo contrario sería tanto como asumir que el universo es capaz de desobedecerse a sí mismo; los objetos deben atender normas precisas y claras, mecanismos y leyes, procesos y principios. Sobre estas reflexiones, Einstein afirmaba: "el azar no existe, Dios no juega a los dados con el universo". Y personalmente concuerdo con tal afirmación, aunque esto provoque que en mis conclusiones resurja el monstruo del determinismo amenazando apoderarse nuevamente de mi libre albedrío; ya me ocuparé de recuperarlo en otro cuento. Postulo, mientras tanto, que al sumergirnos en el estudio de los procesos naturales extremadamente pequeños como también de los extremadamente grandes, nos encontramos fatigándonos en el límite de la resolución del entendimiento; es decir, cuando llevamos nuestra curiosidad hasta estos rincones estamos lidiando con fenómenos cuyo efecto no es determinable por ser indeterminables las causas tanto en cantidad como en cualidad y alcance. Llamo a este principio la indeterminabilidad por ausencia de determinables. Recalcando que la falta de determinabilidad existe, pero sólo para la consciencia, nunca para la naturaleza.

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