Aún más cuentos o el vicio de la escritura

Libre albedrío

Desde siempre hemos estado regidos por el determinismo, y aún lo estamos. Durante cientos de miles de años hemos actuado como sacos de átomos, y aún lo hacemos. En los últimos cien años, nos hemos asomado peligrosamente al precipicio de la extinción, y aún nos asomamos. Cadenas de causas y efectos han gobernado y gobiernan inexorablemente nuestras conductas, nuestros destinos. Ellas dictan cómo lo hacemos, cuándo lo hacemos, para qué lo hacemos. Los átomos siguen leyes físicas. Las moléculas, conjuntos de átomos, siguen leyes físicas. Las células, asociaciones de moléculas, siguen leyes físicas. Los seres vivos, conglomerados de células, siguen leyes físicas. Reaccionamos emocionalmente según leyes físicas. Nuestras reacciones desencadenan respuestas que afectan a nuestro entorno. Una ficha de domino cae y empuja a la siguiente. Un día lluvioso, nublado, gris, puede entristecernos y reaccionamos en consecuencia. Resultado que afecta luego a nuestro trato interpersonal, que afecta luego a nuestro prójimo, que afecta luego a nuestra apreciación del entorno y de nosotros mismos. Pero ahora sabemos que la lluvia no obedece a un dios exótico, sino a complejas leyes físicas. Así que, tan complicadas como queramos considerar a las interacciones de tales leyes, pero hemos sido y seguimos siendo sacos de átomos. Cada acción, cada respuesta, cada sentimiento, cada gesto, cada idea, nuestros, han obedecido a inmutables leyes físicas. Nuestras conductas son regidas por implacables y absolutistas leyes universales. Esto es el "mundos malus".

Mas ha ocurrido el milagro de la consciencia. Hace alrededor de veinte mil años, un ser humano dejó de buscar su beneficio propio y procuró, en cambio, el beneficio de su prójimo. Actuó contra todos sus instintos de supervivencia, contra sus personales conveniencias y contra sus miedos. Actuó ejerciendo su libre albedrío. A riesgo de su propia vida, salvó la vida de otro ser vivo, quizás, la de un lobo. Hace alrededor de cinco mil años, un padre no sacrificó a su hijo primogénito como ordenaban las creencias, usos y costumbres de su tribu. Actuó ejerciendo su libre albedrío. Acompañado de su hijo, volvió a su aldea. Habiendo desobedecido a los dioses, enfrentó las recriminaciones de todos los miembros del clan. Algo estaba emergiendo en el universo. Estos héroes interfirieron las cadenas de causas y efectos. Tan sólo por un instante, pues nuevas cadenas de causas y efectos dieron comienzo inmediatamente. Ellos, sin embargo, distorsionaron el determinismo, modificaron la realidad. Ellos no eran seres inteligentes. Si lo hubieran sido, habrían dejado morir al lobo, pues los riesgos eran mayores que el beneficio previsible. Si lo hubieran sido, habrían hundido la daga en el vientre del primogénito, así había sucedido desde tiempos de sus ancestros. Su memoria por tradición oral daba constancia. Ellos no eran seres inteligentes... eran seres conscientes. Estos héroes poseían la chispa divina dentro de cada persona, "creatio bona".

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