Mantener la salud

Mantener la salud es un reto en el que está en juego nuestra vida. Un juego en el que siempre se están rescribiendo las reglas. Un juego donde las reglas para uno no aplican de igual forma para otro. "Es más sencillo alcanzar una meta que mantenerse en ella", le escuché alguna vez afirmar a mi madre. Haya sido mediante ayuno, mediante medicina tradicional, medicina alternativa; haya sido mediante consultas a chamanes o curanderos, mediante oración fervorosa o mediante polarización de cuadriones, alcanzar la vitalidad del cuerpo es un logro que debemos custodiar con singular esmero. Las personas instruidas recomiendan para enfrentar este desafío: ejercicio adecuado, descanso suficiente, alimentación mesurada y terapia ocupacional. Pero cómo encontrar el tiempo en nuestra compleja y ajetreada vida moderna para realizar, medir y experimentar sobre estas actividades y entonces poder determinar cuáles y cuánto de ellas nos viene mejor a cada uno. A continuación un par de razonamientos sobre el asunto de mantener la salud.

Aunque no existen estadísticas al respecto, pues la experimentación sobre este tópico es particularmente difícil de acotar, es innegable que el desequilibrio emocional crea en nosotros un ambiente fisiológico en el que prosperan los males y las enfermedades. Si aceptamos esta proposición como dogma, es decir: aceptamos sin evidencia fehaciente que las contrariedades emocionales son factor para el surgimiento de dolencias, entonces revisar nuestras vidas sentimentales y reparar nuestras relaciones interpersonales se vuelve indispensable para promover un entorno propicio que preserve la salud. Habremos de pegar nuestros platos rotos y habremos de rellenar con resina espolvoreada con oro las fisuras de la cerámica.

Aunque los estudios científicos al respecto aún no son concluyentes, métodos como el promovido por Wim Hof para despertar el potencial sanador en nuestro cuerpo, y disciplinas como el yoga para alcanzar el estado de perfección y el mindfulness para mejorar la calidad de vida han demostrado que las técnicas de control de la respiración y de inspiraciones profundas aportan bienestar fisiológico a los practicantes. La respiración profunda, también llamada lenta, pausada, diafragmática y abdominal, consigue grandes beneficios para la salud. Presuntamente: regula el estrés y la ansiedad al promover la relajación de los músculos, aumenta la eliminación del dióxido de carbono residual de los pulmones, fortalece nuestro escudo inmunológico al estimular el flujo de la linfa en el sistema linfático, mejora el funcionamiento del aparato digestivo al aportar más oxígeno a todos los procesos, reduce las sensaciones de dolor al liberar endorfinas. Treinta inhalaciones profundas equivalen a una sesión moderada de ejercicio aeróbico; ejercicio que, con frecuencia, omitimos realizar y que es tan necesario para nuestro cuerpo.

En la primera novela de la saga Universos convergentes describo una técnica de respiración para alcanzar el estado de duermevela mediante hiperventilación controlada. La idea nació de la lectura de un libro en mi adolescencia que mencionaba un método de hiperventilación para reducir el nerviosismo. Esa técnica se quedó extraviada en mi inconsciente por décadas hasta que presencié un documental cinematográfico sobre inmersiones marinas sin aqualung. En tal reportaje se mostraba una técnica similar para oxigenar el cuerpo del buceador previo a la zambullida. Desde aquellas experiencias desarrollé la costumbre de realizar varias inhalaciones profundas antes de efectuar cualquier esfuerzo físico como subir escalinatas o levantar bultos. Con ellas siento que mi corazón se apacigua y que todo mi cuerpo se relaja. Me pregunto: ¿por qué no practiqué las respiraciones profundas durante los eventos que desembocaron en mi infarto?

Sé que estos razonamientos no ayudarán al lector para encontrar el tiempo necesario para balancear las actividades que le permitan mantener la salud, pero quizás le hayan servido para mirar el desafío desde un punto de vista diferente.