Aún más cuentos o el vicio de la escritura

Los milagros de la vida

Hace miles de millones de años en una galaxia muy, muy distante, una galaxia parecida a la nuestra, existía una gran roca muy diferente a nuestro conocido planeta azul. Un mundo árido sin atmósfera, sin colores; una gran roca esférica sin vida y sin esperanza, con historia violenta y sin futuro, con destino previsible de girar eternamente alrededor de su estrella vital. Un planeta pequeño en comparación con los gigantes gaseosos en su vecindario; aunque un mundo goldielock.

Con el término goldielock se designa a aquellas situaciones, modelos, evaluaciones, estimaciones que como el cuento de ricitos de oro y los tazones de sopa de la familia de osos, presentan un valor intermedio entre dos extremos opuestos. Se utiliza en estadística, en psicología y en economía, entre otras varias disciplinas. En astrofísica, un planeta goldielock es aquel cuya órbita lo ubica, por su cercanía no excesiva a su estrella, en un lugar no muy caliente ni muy frio; sino uno apropiadamente tibio para la existencia de seres vivos con estructura bioquímica similar a los seres vivos de nuestro planeta.

Pero volviendo a la historia de nuestro árido mundo, ocurrió que, a pesar de todos los pronósticos, éste fue bombardeado por innumerables cometas. Agua en cantidades más que abundantes inundaron su superficie. Hidrógeno, metano y amoniaco se liberaron de la superficie rocosa por los impactos o fueron traídos hasta su corteza también por los cometas. Una atmósfera primigenia envolvió a la esfera rocosa.

Así reunidos los ingredientes, todo estuvo listo para la fórmula mágica, solo se requería energía suficiente para que se cocinaran los primeros aminoácidos. Energía que no se hizo esperar. Ella provino de los volcanes nacidos de la violencia tectónica desencadenada, de descargas eléctricas de la atmósfera primitiva, de la luz ultravioleta proveniente de la estrella y de más impactos de meteoritos. Los océanos pronto se convirtieron en un mar de aminoácidos y entonces ocurrió el primer milagro: las moléculas de los aminoácidos se recombinaron para crear nucleótidos que ligaron cadenas de ácido ribonucleico primigenio hasta construir complejas moléculas capaces de hacer copias de sí mismas. Moléculas de ácido desoxirribonucleico nacieron. Estas moléculas crecieron y crecieron agregando peldaños a su escalera helicoidal. Pasos que pronto se convirtieron en instrucciones capaces de procesar proteínas; como pequeñas máquinas biológicas de Turing.

El mar de aminoácidos se transformó, paulatinamente, en un mar de cadenas de ácido desoxirribonucleico. Las moléculas competían por los minerales, los aminoácidos y los elementos químicos constructivos para su crecimiento. La competencia se tornó feroz: moléculas contra moléculas. Robándose nucleótidos unas a otras, interfiriéndose hasta destruirse en ocasiones, con el objetivo único de obtener bloques constructivos utilizables para sí mismas. Y entonces ocurrió el segundo milagro: las moléculas generaron proteínas a su derredor para delimitar un entorno propio y seguro. Nacieron las membranas. Membranas rígidas y membranas flexibles. Membranas esféricas, cilíndricas y amorfas. Membranas capaces de envolver nutrientes y engullirlos y membranas con citostomas apropiados para ingerir alimentos. Membranas adaptadas al medio, otras a la locomoción. Membranas que consiguieron plasticidad para deformarse o desarrollaron flagelos o cilios para proveer desplazamiento al individuo que le permitiera alcanzar entornos más favorables. Y la competencia prosiguió. Seres absorbían a otros más pequeños para desmembrarlos y aprovechar sus elementos constitutivos. Seres móviles y arrastrados por la deriva. Seres conteniendo citoplasma y seres careciendo de él, como nuestros virus. Pero todos ellos unicelulares. Y entonces ocurrió el tercer milagro: apareció la simbiosis. Un ser absorbió a otro; pero sucedió que en lugar de digerirlo, surgió entre ambos una relación de mutuo beneficio. Uno de ellos era amplio con suficiente espacio seguro para almacenar nutrientes, el otro de menor tamaño contenía muchas cadenas genéticas con mucha información y muchas habilidades codificadas en sus nucleótidos. Y así nacieron las células eucariotas (células con núcleo). Y la simbiosis prosiguió: las células absorbieron mitocondrias, seres eficaces para generar energía. Las adiciones continuaron, se agregaron a las células: ribosomas, cloroplastos y muchos otros orgánulos. Otros seres permanecieron procariotas (células sin núcleo) como las bacterias. Pero las ventajas de la simbiosis no se limitaron a mejorar la funcionalidad interna de los seres vivos. Los individuos unicelulares pronto descubrieron las ventajas de vivir aglutinados. Nacieron las primeras colonias multicelulares. Más tarde, las colonias desarrollaron especialización de sus individuos por el lugar que ocupaba cada célula dentro de la colonia. Más milagros siguieron: los seres multicelulares abandonaron los mares para invadir los terrenos residuos de las convulsiones meteoríticas y tectónicas. Con el tiempo, se irguieron, aprendieron a utilizar sus extremidades libres para su beneficio y apareció la inteligencia.

Cualquier parecido de esta narración con la historia de nuestro planeta no sería coincidencia. Somos, cada uno de nosotros, extensas colonias de células que consiguieron, actuando en equipo: correr, saltar y pensar. Extensas colonias de seres vivos que tropezaron, sin pretenderlo, con el milagro de la consciencia.

La ciencia actual estima la probabilidad de que estos milagros se presenten como una oportunidad en muchos millones de posibilidades. Ello nos hace aparecer como los afortunados ganadores de una lotería espacial. "En algún lugar del universo tendrían que presentarse todas las coincidencias favorables para que surgiera la vida", dicen. "Este planeta, que consideramos nuestro hogar, es ese sitio fantástico donde se presentaron todos los milagros", dicen. Personalmente, no creo en el azar, opino que el fenómeno ocurrió en nuestro universo casi contemporáneamente en todos los planetas goldielocks de todas las galaxias.


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