Modelo de la consciencia

Los siguiente razonamientos están inspirados por el libro "Las sombras de la mente" del profesor Roger Penrose. Se ciñen, igual que el libro, a analizar únicamente los atributos de la inteligencia y la creatividad científica como si estos fueran los únicos componentes de la consciencia. Existen, desde luego, otros ingredientes. La cantidad y atributos que conforman a la consciencia dependen únicamente de cómo se conciba el modelo de esta entidad intangible. De mi modelo puedo mencionar: la capacidad de discernir entre lo que es correcto y lo que no lo es, la creatividad artística, la sensibilidad a los estímulos del ambiente, la convivencia social, la empatía interpersonal, el control de uno mismo, el autoconocimiento, la capacidad de fijarse metas realizables y la de prever las consecuencias y el futuro. (Sería imposible, me doy cuenta, acarrear todos los ladrillos para una construcción importante en un sólo traslado; contando con sólo una carretilla, habría que hacer muchos viajes.) Las reflexiones sobre este par de atributos, inteligencia y creatividad científica, que siguen a continuación, quizás pueda más tarde estirarse para abarcar a los otros atributos.

La máquina de demostrar teoremas numéricos de Gödel no es realizable, según el profesor Penrose, y en esto concuerdo totalmente con él, mediante inteligencia artificial. A la fecha, la inteligencia construida mediante conjuntos de algoritmos computacionales no ha conseguido reproducir la consciencia humana enteramente como había sido la esperanza de algunos académicos y es tema de exitosas películas de ciencia ficción. En su libro, el profesor Penrose, realiza un análisis lógico concienzudo para demostrar esto. No pretendo avalar ese análisis como correcto o completo, tampoco refutarlo; esas no son mis competencias, sólo expresaré aquí que considero su conclusión compatible con mi conjetura de que la inteligencia artificial por sí sola no solamente está corta de estatura para el desafío sino que nunca alcanzará la altura necesaria para resolver cuestiones de este calibre.

Las matemáticas son un camino infinito. Somos incapaces de vislumbrar en el horizonte de los teoremas-numéricos-aún-no-resueltos más allá de unos pocos. Si pudiéramos verlos todos, estoy seguro que podrían crearse los algoritmos suficientes y necesarios para resolverlos e incluso crear la máquina que los resolviera. Pero no somos capaces de verlos en su totalidad de un solo vistazo; así que ellos surgen, de cuando en cuando, para retar al ingenio humano. Para alcanzar la solución con cada nuevo teorema que se plantea, se echa mano, primero, de los razonamientos lógicos existentes. Se buscan entre los hilos del inventario: analogías, claras similitudes y diferencias antagónicas para elegir aquellos que puedan ayudar a encontrar la hebra que desenmarañe la madeja hasta la solución. Nos encontramos, con estas acciones, en terrenos de la inteligencia. En tales terrenos, las máquinas computacionales no sólo son de gran utilidad, sino que apropiadamente programadas podrían alcanzar la solución por ellas mismas. Con alguna frecuencia, sin embargo, esos hilos de razonamiento ya conocidos no logran satisfacer la necesidad de una hebra inicial para demostrar el nuevo teorema. Ha de crearse de la nada un nuevo hilo. Cada problema numérico que surge para el cuál no existe la hebra inicial requerirá de la lucidez de los matemáticos y académicos. Lo que nos lleva a otro rincón de la mente. La creatividad ha de hacer acto de presencia y adicionarse al pensamiento lógico y matemático para alcanzar el éxito. En este punto, hemos penetrando, según mi modelo, a terrenos de la consciencia. (Habremos de ser muy cautos para evitar que estos terrenos se tornen escabrosos.) Los matemáticos conjugan hábilmente y a veces por inspiración, que podría parecer divina, la creatividad y el pensamiento lógico y matemático para encontrar esa hebra inicial.