Aún más cuentos o el vicio de la escritura

Pensad

(Fragmento tomado de la novela El caballero de las dos espadas)

La noticia de que no sólo aldeanos y villanos estaban abandonando el ejército de Montfort sino también caballeros feudales, corrió por Carcassonne. Montfort se vio obligado a prometer feudos de las tierras usurpadas para evitar que los caballeros continuaran abandonando la sacra empresa. Los ofrecimientos consiguieron retener alrededor de cuarenta nobles con sus varios cientos de soldados. Desafortunadamente para los propósitos de la cruzada y afortunadamente para la causa cátara, los nobles que aceptaron permanecer eran nobles de segunda fila por la cantidad de recursos que poseían. Cuando me enteré de esto, reclamé a Dios no haber dispuesto este remedio antes de los asaltos a las ciudades amuralladas.

Llegando a los calabozos y habiendo saludado a mi mentor, le cuestioné casi como reclamo:

―¿Por qué, mi señor, Dios actúa de maneras incomprensibles y vengativas? ¿Por qué se ensaña contra los cátaros cuyo único pecado es no haber pagado los diezmos a la iglesia católica?

―Esa es una pregunta sin respuesta, mi querido escribiente,― respondió, mi señor Pierre, ―creo que la respuesta depende de como deseáis que sea vuestra concepción de Dios.

Su respuesta me hizo sentir como haciendo juicios sobre los designios del Creador de todo. Y también parecía inferir que no hubiera una sola concepción de Dios, sino muchas. Mi señor Pierre prosiguió:

―Si creéis en un Dios a imagen y semejanza nuestra, tendréis que aceptar que ese Dios se comportará de maneras caprichosas, veleidosas y vengativas. Si creéis en un Dios conformado por los destellos espirituales de cada uno de los seres vivos, entonces tendréis que aceptar que hay algo fuera de Él que lo comprime, que lo obstruye, que lo ensucia. Algo que esta más allá de sus dominios, lo que los cátaros llamamos "mundos malus". Pero entonces tendríais que aceptar que el mal es un principio eterno y opuesto al Dios de bondad o "creatio bona". Y ese Dios no sería omnipotente. Si creéis en un Dios panteísta, un Dios constituido por absolutamente todas las cosas y todos los seres, incluidos los peces, las rocas, los planetas y las estrellas, la carne, el cielo y el aire, entonces tendréis que aceptar que ese Creador es un Dios inconsciente que sólo obedece las leyes que Él mismo impuso o que le fueron impuestas.

Involuntariamente mi entrecejo se frunció. No estaba comprendiendo y aún ahora que reviso estos legajos debo admitir que continúo sin entender del todo. Mi maestro prosiguió:

―Y por favor, mi querido amigo,― suplicó, ―no preguntéis en que tipo de Dios creo yo, pues no podría responderos. Pienso que Dios es una idea tan grande que mi humilde cabeza jamás podrá contenerla.

Protesté:

―Pero las escrituras sagradas del libro de los católicos que en mucho se parece a lo poco que he aprendido de la biblia cátara hablan de un Dios...

Él alzó la mano para hacerme callar. Conocía ya mi protesta. Quizás él tuvo la misma antes, pues sabía lo que yo estaba pensando.

―Mi querido Jermaine, esos libros fueron escritos por hombres. Ellos, los libros y su contenido, son solamente un punto de partida para vuestros razonamientos. Vos creeréis en lo que vos deseéis creer. Pensad, mi querido amigo, pensad, que para eso os fue dada esa cualidad.

Luego él solicitó que volviéramos a la narración. Él dictó y yo escribí sobre el juicio que enfrentó su amigo armero Lorenzo.

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