Los rectángulos de Irsis

Cuando escribía "El cazador de rayos", leí a mi esposa el capítulo 3 del libro. Al término de mi lectura, ella mencionó que el episodio que titulé "Los rectángulos de Irsis" se parecían mucho a "La ventana de Johari".

―¿Quién es ese personaje?― Pregunté dispuesto a investigar sobre el asunto.

Ella entonces me dio una cátedra sobre desarrollo humano y explicó como la ventana de Johari se parecía a la idea que ofrece mi protagonista femenino a la pregunta: "¿Somos lo que creemos que somos o somos lo que los demás creen que somos?". Así aprendí que Johari no es una persona sino dos psicólogos, Joseph Luft y Harrington Ingham, quienes desarrollaron su modelo en 1955. Su ventana es una herramienta que ayuda a las personas a comprenderse mejor a sí mismas y comprender a sus prójimos. Se utiliza ampliamente en grupos de autoayuda, autosuperación y dinámicas de grupo. Consta de cuatro cuadrantes: área abierta, área oculta, área ciega y área desconocida. Cada uno de los cuadrantes contiene características, atributos y aspectos de la personalidad de un individuo.

En la novela, la protagonista asevera que somos tanto lo que creemos que somos como lo que los demás creen que somos. Explica que son incompletas tanto nuestra apreciación como la apreciación de quienes nos observan. Ello debido a que en ocasiones somos demasiado complacientes con nuestros defectos y nuestras virtudes y en ocasiones demasiado estrictos. Y también a que quienes nos observan son más tolerantes con ciertos aspectos y más sensibles con ciertos otros. Ella dibuja en la tierra para hacer más clara su exposición un diagrama de tres rectángulos. Cada rectángulo desfasado hacia abajo y hacia la derecha del anterior, como escalones de una escalera. Luego explica que el rectángulo central es lo que somos realmente. El rectángulo anterior es como nos percibimos por causa de nuestra falta de perspicacia. El rectángulo posterior es como nos perciben los demás. La zona donde los tres rectángulos se intersecan es lo que somos, lo sabemos y los demás así lo perciben. La zona superior izquierda del primer rectángulo que no interseca a ninguno de los otros dos, es la zona de lo que pretendemos ser pero aún no alcanzamos. La zona superior izquierda del segundo rectángulo que se interseca sólo con el primer rectángulo es lo que somos pero que los demás no perciben. La zona inferior derecha del segundo rectángulo que se interseca sólo con el tercer rectángulo es lo que no sabemos que somos pero los demás sí se percatan. La zona inferior derecha del tercer rectángulo es lo que los demás creen incorrectamente que somos. Luego la protagonista afirma que ese modelo es dinámico y está constantemente modificándose, que los rectángulos se mueven, se contraen, se expanden, se acercan en tiempos y luego vuelven a separarse. También asegura que los comentarios que recibimos sobre los atributos de nuestra personalidad nos permiten corregir nuestra apreciación y al reforzar nuestras características mostramos una imagen hacia los demás que afecta a sus propias apreciaciones. Que el sistema es del tipo retroalimentado y que las modificaciones ocurren en un sentido o en otro. Que cuando hacemos esfuerzos por ser como no somos, el rectángulo de lo que somos se deforma hacia esos esfuerzos. Que cuando los demás nos advierten de cómo perciben los atributos de nuestra personalidad, entonces nosotros corregimos o reafirmamos esas conductas. Los demás proporcionan una retroalimentación de lo que nosotros creemos y así lo que creemos que somos se aproxima hacia lo que somos en realidad y lo que somos en realidad se aproxima hacia lo que creen los otros que somos.

Al final de su exposición, la protagonista pide a su interlocutor imaginar a una persona que persistentemente devolviera comentarios positivos sobre las cualidades de las personas cercanas. Ella llama a ese personaje: un pigmalión.